-¡Eh!- grité a la puerta cerrada del baño del local- ¡Deja ya de meneártela, maricón!
-¡Te esperas, chaval!- contestó Church desde dentro.
Puto cristiano, pensé hastiado de esperar, que ya llevaba allí dentro diez minutos y yo rabiaba por entrar en el puto baño. Era mi mejor amigo, pero a veces me ponía de los nervios con tanto rezo y reflexión de pecados, si al fin y al cabo no es que hubiera esperado al matrimonio para perder la virginidad. que si eso ya la había perdido más veces de las que recordaba. La puerta se abrió por fin y Mike, o Church para nosotros, salió y chocamos las manos como de costumbre. Hice ademán de entrar, sin embargo él me detuvo, agarrándome por el hombro.
-Will, tenemos que actuar esta noche- me recordó, adoptando la cara seria que sólo utilizaba en momentos importantes.
-No vamos a actuar, ya lo he dicho- pensé que había cortado de cuajo la conversación, pero Mike me detuvo de nuevo-. Tío, me estoy meando.
-Va en serio, capullo.
-Te va a castigar Dios por decir tacos.
-De verdad, Will, no puedes abandonar el grupo- mi amigo me miró realmente apenado. Pero su cara de cordero degollado ya no funcionaba conmigo. La decisión estaba tomada.
-Me va a reventar la polla, Mike- me zafé bruscamente de su mano y entré, cabizbajo y con el amargo sabor de la traición en la boca. Había abandonado al grupo, al que yo mismo forme con tanto esfuerzo y horas de dedicación e insomnio, componiendo letras desde el alma y agregando música desde mis dedos hasta el contacto con las cuerdas de mi guitarra. Aposté por un número imposible y, tras mucho tiempo creyendo que los dados girarían a mi favor y mis cartas eran las mejores, perdí el juego y el casino de la fama se me antojaba ahora translúcido y lejano, cuándo días antes había rozado las puertas con la punta de los dedos.
Desde siempre había tenido problemas familiares. A mi madre la odiaba y eran muchas las veces en las que me echaba de casa cuando discutíamos, para luego dejarme volver como un perro sin techo al que se le ofrece una chimenea y un mísero mendrugo de pan. Y por mucho valor con el que tenga el pecho henchido, siempre acabo volviendo con la dignidad entre las piernas y arrastrándo el orgullo por el suelo.
Pero esta vez era distinto. Me iba de verdad. La semana que viene desaparecería de Detroit para siempre y nadie volvería a saber más de mí. Por mi parte y en lo que a mí conscierne, el grupo quedaba disuelto, allá los demás si querían seguir y buscar otro vocalista, pero William Hendrik no volvería a los sucios escenarios de una polvorienta y olvidada ciudad. Me iba a Nueva York, a empezar de cero mi vida, sin conflictos familiares.
Nunca una vida tuvo menos sentido que la mía, sin embargo, pretendía darle el valor que merecía.
Pero, sin embargo, no podía dejar de pensar en que siempre estaba huyendo.
Bueno, esto es un adelanto de mi nueva historia, Detroit's Rapsody (La rapsodia de Detroit). Básicamente va de la vida de William Hendrik y su lucha contra sí mismo para conseguir lo que quiere. No le importa irse con tal de alcanzar su mayor deseo: cantar en un grupo de rock. Sin embargo, muchas cosas lo atarán a Detroit, impidiéndole ir. ¿Comprenderá que ése es su sitio?
Le dedico este fragmento especialmente a Diana Kirta Palace Escritora, porque fue la primera en ver nacer esta historia.
¡Oh, muchísimas gracias por dedicármelo! De verdad, te lo agradezco mucho :)
ResponderEliminarArranca muy bien, ¡espero que continúes pronto!
Lo he leído y me gusta mucho tu manera de escribir. :) Consigues enganchar al lector desde el principio y eso es algo que se valora.
ResponderEliminarLos diálogos son geniales. :)
Originales los diálogos y también el hecho de que su vida esté patas arriba que eso promete vueltas y revueltas xDD
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